lunes, 25 de enero de 2010

los gemidos de mi vecina - ismael serrano

El otro día conocí a mi nuevo vecino, un tipo raro. Resulta que se acaba de mudar, es nuevo en el bloque. Estaba bajando las escaleras, estaba bajando la basura al portal y me lo econtré allí, encontré a mi nuevo vecino hablando solo. Normal que me dió un poco de miedo: el portal a oscuras, él y yo solos y el tipo, hablando solo. Enseguida, el tipo me sorprendió detrás de él y me dijo: “No, no pasa nada, estoy hablando solo”. Digo: “Ahm, mucho mejor, me quedo más tranquilo”. Y al rato me dice: “No, no se preocupe, estaba hablando con Carlos Gardel”. “De puta madre”.

Resulta que mi vecino es esquizofrénico y lleva desde los 15 años hablando con Carlos Gardel. Él sabe que es una alucinación, que sólo lo ve él, pero, de vez en cuando, cuando sabe que están a solas no puede evitar darle conversación. Y yo pensé: “¿Cómo mola, no?, que de puta madre, tener a Carlos Gardel siempre a mano para que de algún consejo o te cante un tango en un momento dado”.

El caso es que la cosa no acaba ahí, mi vecino y yo acabamos siendo muy buenos amigos y me contó su historia. Me contó que se acababa de mudar de casa y que andaba triste y yo le dije: “Claro, normal, uno se apega a las cosas de una forma un tanto absurda, luego, marcharse, se hace duro”. Y él me dijo: “No, resulta que allí quedó una mujer”. Y le pedí que me contara su historia.

Una noche, me cuenta mi vecino, en su antigua casa, llegó tarde. Se quitó la ropa enseguida, se puso el pijama y se puso a zapear con el televisor, viendo cualquier cosa mientras iba y venía del frigorífico, picando cualquier cosa. Y de repente, como un rumor lejano, escuchó como sonaban los gemidos de su vecina, como un leve terremoto, cada vez más fuertes…, al final, temblaban los cristales de la ventana. Mi vecino no lo pensó dos veces, me contó, enseguida apagó el televisor, bajó un poco la luz y se dejó mecer; dejó que los gemidos de su vecina se metieran por debajo de su pijama, que se posaran encima de la mesilla, dejó que los gemidos volaran por debajo de la cama y le movieran las pelusas, dejó que los gemidos agitaran la ropa tendida. Y durmió, durmió como nunca, me cuenta mi vecino, dice que nunca había tenido un despertar tan dulce. Su vida había cambiado completamente desde entonces. Todos los días, ella puntual, con sus gemidos. Y mi vecino feliz, apagando la luz, el televisor… El caso es que su vida cambió, y no sólo su vida, sino la de todos los vecinos del bloque, la gente se saludaba con un ánimo muy distinto en la escalera: “¡Buenos días, vecino!”. “¡Buenos días!”. Se daban grandes abrazos. La vieja del 3º que siempre se había negado a poner parabólica, en la última reunión de vecinos: “Parabólica y lo que sea, si esto es maravilloso”. Pero la vecina de los gemidos nunca iba a las juntas y mi vecino aún no la conocía, no sabía como era su rostro pero, me cuenta mi vecino que una noche había quedado con los amigos, iban de “caza”, así que se había puesto su mejor traje, su mejor corbata. Y ya estaba mirándose al espejo, atusándose el pelo, colocándose el nudo, dándose los últimos retoques antes de salir cuando, en la habitación de al lado, enseguida, escuchó como su vecina entraba con alguien. Intuyó como la ropa caía en el suelo. Y al poquito, puntuales, los gemidos. Me cuenta mi vecino que en ese momento, se quitó la americana, la colgó en la percha, se deshizo el nudo de la corbata, apagó la luz y faltó a su cita. Supo entonces mi vecino que estaba enamorado de aquella mujer. Y fue entonces cuando mi vecino se tuvo que mudar de casa y venirse para mi barrio. Y me cuenta mi vecino que, de vez en cuando, llueva o truene, él abre las ventanas de par en par. Dice que si uno afina el oído, a lo lejos, puede escuchar a una mujer gimiendo, dice que es su antigua vecina que le busca. No sé si será verdad, pero yo, por si acaso, abro las ventanas.
El caso es que lo de mi vecino no quedó ahí, ¿saben? Mi vecino se había enamorado completamente de aquella mujer así que tenía que salir en su busca. Y un día, como quien no quiere la cosa, se presentó en su antigua casa con la excusa de recoger el correo y llamó a la puerta de aquella mujer, llamó una vez y nadie le abrió, insistió y no abrió nadie, así que decidió marcharse. Cuando ya se iba, se encontró a la vieja del 3º, la de la parabólica, y entonces le dijo que ella ya no vivía allí, que ella también se había mudado, que poco después de irse él, ella también se había ido. Así que le dijo: “Pero si quiere usted, le digo donde trabaja”. Y mi vecino le dijo: “Sí quiero, ahora mismo”. Total que ella, la vieja, le dijo que trabajaba en una oficina del INEM.(instituto nacional de empleo)
Total, que aquella mañana él se presentó en la puerta de su oficina para encontrarla y así fue, la encontró tras una puerta de cristal. Dice mi vecino que era tal y como se la había imaginado, no me pregunteis cómo. El caso es que estaba atendiendo un mostrador, a un lado del mostrador, ella, al otro lado, una larga cola de gente para dar la solicitud de trabajo. A mi vecino le temblaban las piernas como a Bambi, no encontraba el momento de cruzar la puerta de cristal y hablar con ella, así que se armó de valor, cruzó las puertas y se puso a la cola. Por fin llegó su turno y ella le preguntó, con la mirada dulce: “¿Es la primera vez?”. Y mi vecino, encantado, dijo: “Como si lo fuera”. El caso es que ella le dijo que rellenara un formulario y mi vecino, obediente, dijo: “Un formulario y lo que haga falta”. Después le dijo ella: “Bueno, tengo que hacerle algunas preguntas”. Y mi vecino dijo: “Si usted supiera las que yo tengo que hacerle”. Bueno, así que ella dijo, con el lápiz en la mano y un papel: “Por favor, ¿estudios?”. Claro, ella dijo estudios pero mi vecino entendió cualquier cosa, entendió mordisco en el cuello, beso en la espalda, arañazo. Dense cuenta que recordaba los gemidos permanentemente de aquella mujer y le resultaba difícil abstraerse de la situación. Así que dijo: “¿Estudios?, bueno, yo sé abrir…, me crié en un barrio sur de la ciudad, sé abrir perfectamente una cerveza con los dientes, conozco las canciones de Silvio y alguna de Gardel, bueno, las de Gardel de primera mano, de hecho me las canta al oído”. Pero eso no se lo dijo a ella, creo. “Conozco perfectamente la situación de la Estrella Polar así que si fuese navegante nunca me perdería pero no, no sé navegar…, quite lo de la Estrella Polar”. El caso es que ella, sonriendo le dijo: “Creo que no me ha entendido, le pregunto por su formación”. “Ahm, mi formación, bien. Estudié perfectamente todas las barras de los bares de mi barrio, sé perfectamente como se deslizan sobre ellas las penas y las cervezas de los que por allí pasan, conozco perfectamente los efectos terapeúticos del mojito, estudié las espaldas de algunas mujeres…”. Ella ya muy enfadada, mirándole a los ojos dijo: “Ahm, muy bonito, ¿y en qué quiere trabajar el señorito?”. Y él: “Pues ya que me pregunta, me encantaría ser violinista, ya que usted me lo pregunta, me encantaría ser el bombero que le apaga los fuegos a mi vecina, ya que usted me lo pregunta, ¿qué me gustaría ser?, me encantaría ser probador de hamacas, para eso hay que saber dormir y yo, de eso sé un rato, me encantaría ser el que le afina las guitarras a Eric Clapton, me encantaría ser el cartero de Pablo Neruda, me encantaría ser el que le canta las nanas al subcomandante Marcos, me encantaría ser jardinero en Marte, me encantaría ser desmantelador de misiles nucleares, me encantaría ser pescador en los mares del amor, me encantaría ser cuidador de unicornios azules…”. El caso es que mi vecino nunca consiguió trabajo, pero consiguió el teléfono de ella, ¡mucho mejor!
Por la noche quedaron, tuvieron una cita, y aquella noche ardió la ciudad, se dijeron alguna mentira, o 2, pero da igual, porque uno se creía la mentira del otro y viceversa así que da igual.

El caso es que aquella noche se dijeron grandes cosas, y bebieron como si lo fueran a prohibir. Fue una noche intensa. Mi vecino entonces descubrió que estaba enamorado, sobre todo cuando la noche acababa, como las agujas del reloj, cuando aparecían por detrás de los edificios ella le pregunto:-¿Y como apareciste aquella mañana por mi oficina? Mi vecino me dijo que sabía que no podía mentir a aquella mujer, a la que quería y amaba tanto, tenia que decirle la verdad en ese momento, y se la dijo. Le hablo del eco de sus gemidos rebotando en el pasillo, de los gemidos que quedaban en el edredón por las noches, de cómo cuando faltaban sus susurros y jadeos llegaba tarde, desvelado y cabreado al trabajo, como adelantaba la salida del trabajo, no fuera que empezaran sin el. Le hablo de cómo la amaba, desde el momento que, como un terremoto, aquel primer jadeo entro por su ventana.

Y él pensó que la había cagado, porque ella cayó, se hizo un silencio un tanto tenso. Hasta que ella miro los ojos de el, y le dijo: -Así que los gemidos…. Vaya. ¿Y Carlos Gardel no tiene ninguna canción al respecto?

Mi vecino se quedó con la boca y los ojos totalmente abiertos como platos y totalmente pálidos, y dijo ella.- Es que Carlos Gardel lleva siguiéndonos toda la noche, y no te has molestado en presentármelo.Así es como mi vecino dejo de hablar solo desde entonces. Ahora son mis vecinos, se vinieron los 2 para casa, y mi vecino tenia razón, vaya nochecitas…

Así que ya sabéis, les recomiendo que de madrugada si andan desvelados, si tienen insomnio, abran las ventanas de par en par, que afinen el oído, y sobre el rumor de la ciudad, podrán escuchar a una pareja haciendo el amor, apaguen la luz y el televisor, y abrazen a su pareja. Y escuchen sudar al cabrón de mi vecino.

Y yo ya les dejo, me voy corriendo a la habitación, a abrir las ventanas de par en par…. NO VAYA A SER QUE EMPIEZEN SIN MI...


que te lo cuente el!




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