sábado, 22 de octubre de 2011

Maureen y la mala suerte - En picado- Nick hornby

Yo he realizado el acto sexual sólo con un hombre, y he realizado el acto sexual con ese hombre sólo una vez, y la única vez en mi vida que realicé el acto sexual tuvo como resultado a Matty. ¿Cuáles eran las probabilidades, eh? ¿Una entre un millón? ¿Una entre diez millones? No lo sé. Pero, por supuesto, aunque hubiera sido esa una entre diez millones habría en el mundo montones de mujeres a las que les habría pasado lo mismo. Pero no pensamos en ello cuando decimos una entre un millón. Uno no piensa: Son muchas mujeres.

De lo que he llegado a darme cuenta, a lo largo de los años, es de que estamos menos protegidos contra la mala suerte de lo que nos pensamos. Porque, aunque no parezca justo, realizar el acto sexual una sola vez y acabar con un niño que no puede andar ni hablar, ni reconocerme siquiera... Bien, la justicia no tiene demasiado que ver con esto, ¿no es cierto? Sólo tienes que realizar el acto sexual una vez para crear un niño, cualquier niño. No hay leyes que digan: Sólo puedes tener un niño como Matty si estás casada, o si además tienes un montón de niños normales, o si te acuestas con un montón de hombres diferentes. No hay leyes de ésas, por mucho que ustedes y yo podamos pensar que debería haberlas. Y una vez que tienes un niño como Matty, no puedes por menos de sentir: ¡Ya está! Ahí tienes tu mala suerte: toda una vida de una tacada. Pero no estoy segura de que la suerte funcione de ese modo. Matty no me libraría, por ejemplo, de tener cáncer de mama, o de que me atracaran. Podría pensarse que debería hacerlo, pero no lo hace. En cierto modo, estoy contenta de no haber tenido otro hijo, uno normal. Habría necesitado que Dios me diera más garantías de las que se dignaría proporcionarme.

Y, de todas formas, soy católica, así que no creo tanto en la suerte como en el castigo. Somos muy buenos en lo de creer en el castigo; somos los mejores del mundo. Yo pequé contra la Iglesia, y el precio que pago por ello es Matty. Puede parecer un precio muy alto, pero ya se sabe, estos pecados tienen su importancia, ¿o no? Así que en cierta manera no es demasiado extraño que éste sea el resultado de lo que hice. Durante mucho tiempo me sentí incluso agradecida, porque estaba segura de que iba a ser capaz de redimirme aquí en la Tierra, con lo que para mí no existiría el Juicio Final. Pero ahora ya no estoy tan segura. Si el precio que hay que pagar por un pecado es tan alto que acabas queriendo matarte —cometiendo así un pecado aún más grave—, entonces Alguien ha hecho mal las cuentas. Alguien está cobrando más de la cuenta.

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